16 febrero 2008

Sangre de Toro en lugar de Ferreros Rocher

Escribo estas líneas en el ecuador del fin de semana, estirado en mi cama, aún sin hacer. Y lo hago porque, aunque espero vivir más experiencias entre hoy y mañana, no quiero olvidar lo que me ha pasado en las últimas 24 horas.
Ayer viernes me tocó, afortunadamente, ir a la Embajada de España a cubrir la presentación que la empresa española Indra hacía de su primera oficina en la India.
Aunque el acto empezaba oficialmente a las 19 horas, llegué unos cuantos minutos antes para hacer un 'approach'. En el enorme jardín, decorado para la ocasión y lleno de lucecitas blancas, varios operarios se apremiaban en colocar bien las sillas y el catering que servirían pocos minutos más tarde. Me presenté al primer grupo de hombres con corbata que parecían españoles y, acerté. Resultaron ser el director general de Indra y el responsable de defensa de la compañía. Mientras los invitados (altos funcionarios de defensa, empresarios, inversores etc) iban llegando, me senté con los directivos en el porche de la casa para mantener una conversación y sacar algo de información pues, como sucede a menudo en esta profesión, fui sin tener gran idea de la noticia que estaba crubriendo. La conversación fue distendida, y lo agradecí. Me dieron la información que necesitaba y detalles de los proyectos para la Índia. Hasta me quisieron colocar el titular de la noticia. En los gemelos dorados y los ostentosos relojes que llevaban se reflejaban las luces que se iban enciendo en el jardín. Tras la entrevista, charlamos un rato más, esta vez 'off the record', y me dieron sus targetas (yo, como buen becario que soy, no tengo aún tarjeta que intercambiar). Nos despedimos con un 'hasta luego', puesto que les prometí volver para charlar con ellos cuando saliera de la oficina. Al salir de la embajada me crucé con lujosos coches y elegantes invitados que iban llegando a la recepción.
Dos horas más, tarde volví a entrar por la misma puerta, esta vez acompañado de Agus. Muchos invitados ya se habían ido, pero aún quedaban unos pocos que charlaban en el jardín con la clásica copa en mano. Corbatas, joyas y dientes blancos fueron la tónica de la velada.
Antes de saludar al grupo de españoles que también estaba presente, me fui directo a la comida. En una gran mesa alargada se suceían bandejas llenas de comida caliente, dulces, panes y bebidas. Comí hasta la saciedad. Aproveché la calidad de los alimentos que había para comer, por primera vez desde que esoty aquí, pescado. El pobre chico que lo servía alucinó con los cuatro viajes que hice a su puesto.
Otro alimento que echo mucho de menos aquí es el vino. Por suerte, había barra libre también del líquido de Bacus y, aunque era Sangre de Toro, lo bebí como un alcohólico con síndrome de abstinencia y lo desgusté como si un Petrus se tratara. La guinda final fueron unos profiteroles y un brownie con helado y chocolate fundido por encima.
Con la barriga -que aún conservo- llena y varias copas en la cabeza, empecé a hablar con los españoles. Estaban Ricardo, Luís, Jesús, Ruth y otros que conocí en ese momento: Mar, Noelia, Tito y otro Luís. Salté de conversación en conversación, alucinando con los abstractos temas que se trataban. Reímos con Ion, y decubrí la parte humana que se esconde tras la diplomacia. La verdad es que me sentí muy pequeño a su lado, y disfruté con cada palabra que salió de su boca.
Pasadas unas horas, y cuando sólo quedaba el clan de los expatriados, cogimos los bártulos y nos fuimos a una discoteca de un hotel cercano. Entramos gratis porque el dueño había estado en la presentación y nos invitó a que pasarmos por allí. Pero como el ambiente estaba un poco muerto, nos cambiamos a la discoteca de otro hotel, el Ashock. Tomamos una copa más, la última para mí, y cuando empezaron a fallarme las fuerzas, me retiré a mi morada.
En la calle hacía frío, pero fue un placer conducir la moto por las calles vacías de la ciudad. En apenas 15 minutos estaba abriendo la puerta de mi casa y cinco minutos más tarde yacía medio muerto dentro de la cama.
Esta mañana me he levantado pasada la una. Me he vestido rápido y he ido al Lodi Garden, un parque cerca de mi trabajo, donde Gabi, una periodista mexicana, ha organizado un pic-nic con varios amigos suyos. De camino, he pasado por el sastre a recoger mis tejanos. Los había llevado porque el clásico agujero que se me hace en la entrepierta, debido a mi ámplia musculatura en los glúteos, se había hecho demasiado grande. Por suerte, apenas me han cobrado un euro.
En la hierba del Lodi Garden había un grupo de unas veinte personas: indios de clase alta, intelectuales, y europeos que trabajan en diferenes empresas en Delhi. Pese a que he conocido gente maja, en un par de horas me he vuelto a casa. Estaba cansado y quería reposar antes de salir esta noche.
Ahora, estirado en la cama, publico este post. Mañana, seguramente, renovaré la bitácora, siempre y cuando me pase algo interesante entre lo que queda del día y mañana. Así que, crucemos los dedos.

Por cierto, fotos nuevas en "mis fotos indias".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola guapu!!! quina passada de fotos, sembla que la colonització anglesa no hagi acabat o que estigui veient memòries d'Âfrica en versió indi... La qüestió és que m'han encantant, intento imaginar-te parlant amb tota aquesta gent que anomenes i arxivant com tu saps fer tota la informació que et doen, mai saps on els podràs trobar una altra vegada. Ahir els nens van anar a dormir amb la tieta i la Patri i nosaltres vam aprofitar per anar al cine "En el valle de Elah" crítica americana de la invasió idem a l'Irak. Vaig veure unes fotos de Jaipur precioses... tens previst algun viatget properament? espero noves teves.Salut! i que tinguis un bon cap de setmana.
T'estimem molt.