06 enero 2012

«Ushuaia, fin del mundo, principio de todo»

Éste es el lema que ha tomado la ciudad de Ushuaia para atraer a miles viajeros y hacer del turismo una importante fuente de ingresos. Ushuaia, palabra que proviene del idioma yagán y que vendría a significar 'Bahía profunda', es la capital de la provincia de Tierra de Fuego y Antártida. Hace tiempo que es una ciudad muy próspera, y por eso muchos argentinos del norte y otros suramericanos la eligen para buscar trabajo y ahorrar. Los sueldos en las numerosas fábricas que hay en la zona son muy altos, y parece que compensan las adversidades climatológicas y el aislamiento. Verbigracia: el sueldo de un conductor de autobús es de mínimo 1.200 euros mensuales aproximadamente, nada mal para los parámetros argentinos.

Volviendo al título de esta entrada, Ushuaia es en teoría es la ciudad más austral del mundo, aunque un poco más al sur, al otro lado del canal Beagle, se encuentra el pueblo de Puerto Williams, perteneciente a Chile. Los de Ushuaia esgrimen que Puerto Williams no llega a la categoría de ciudad, y con ese argumento explotan hasta la saciedad que son la ciudad más al sur del planeta. Tal vez seducido por esta característica me pareció que era un buen lugar donde pasar la Nochevieja. Venía bajando por la costa argentina, y Ushuaia se iba a convertir en un momento clave en mi viaje, ya que sería el lugar donde cambiaría de rumbo y dejaría de ir al sur para volver al norte, ahora con Colombia como objetivo.

Llegar a Ushuaia no fue fácil. Proveniente de Río Gallegos,cogí un bus para recorrer los escasos 600 km que separan ambas ciudades. El viaje fue una odisea; no por la distancia o por tener que recorrer varios kilómetros sobre caminos de tierra, sino porque un tramo de la carretera pasa por territorio chileno, lo que te obliga a sufrir cuatro puestos aduaneros y realizar unos trámites que ponen a prueba la paciencia de cualquiera. La burocracia eterniza el trayecto, y las autoridades chilenas, mucho más escrupulosas que las argentinas, te prohíben cruzar su territorio portando fruta o semillas, algo totalmente absurdo (no creo que el ecosistema de ambos países difiera mucho).Tras doce horas de bus llegué al anochecer a Ushuaia. La primera cosa que me sorprendió es la luz, no sólo los matices y brillo que toma el cielo en estas latitudes, sobre todo que en el verano austral pasadas las diez de la noche aún se puede ver con claridad.

Medio decepcionado
Ushuaia está muy presente en la mente de cualquier viajero por lo que representa y es parada obligada para los afortunados que tras pagar unos 4.000 euros se embarcan a la Antártida, pero a mi me defraudó. La ciudad, de poco más de 60.000 habitantes, no es del todo fea, pero tampoco bonita. Está enclavada en el canal de Beagle, por donde hace algunas décadas los primeros exploradores las pasaron canutas a bordo de barcos de madera, y tiene como telón de fondo montañas escarpadas que conservan nieve todo el año. El núcleo urbano es anodino, y sus calles llenas de turistas vestidos de cabeza a los pies con ropa de montaña Columbia o North Face. Abundan tiendas de deportes y de souvenirs, y lo mejor que ofrece la ciudad es visitar unos cuantos museos (Museo del fin del mundo, Museo del Presidio, Museo Yámana) caros que curiosamente cierran durante Navidad. Lo más interesante de la zona, sin embargo, está en las inmediaciones.

Parque Nacional de Tierra del Fuego
La visita a este parque, situado a escasos 12 km, es obligada. Me levanté temprano para poder llegar antes de que lo hiciera el guarda y así entrar gratis (la entrada ronda los 80 Pesos, unos 17 euros). Hay varios senderos muy bien señalizados, y elegí el que recorre la costa. Durante algo más de tres horas no me crucé con ningún humano; sí, en cambio, con enormes conejos y muchos pájaros. El paseo es muy asequible, y en un cierto punto se pude mandar una postal a casa desde, de nuevo, “la posta más austral del mundo”. Se trata de una pequeña cabaña regentada por un afable hombre con barba, simpático y gran conocedor del mundo. Estuvimos charlando un poco sobre la vida y antes de despedirnos me regaló una cerveza. El parque, donde se puede acampar, también ofrece otros senderos por dentro de los bosques y uno que sube a un cerro llamado Guanaco.

Otra excursión que hice fue al glaciar Martial, a un par de horas a pie del centro de la ciudad. Aunque no tenga nada que ver con el de Perito Moreno ofrece unas fantásticas vistas de Ushuaia y del canal de Beagle. Diferentes agencias de turismo ofrecen salidas por el canal de Beagle para avistar pájaros, pingüinos o el mítico faro del Fin del Mundo, pero no me apunté a ninguna porque me parecieron una tomadura de pelo. Sí que me hubiera gustado llegar al lago Esmeralda o el lago Escondido, pero los precios de dichas salidas también se disparaban.

Una Nochevieja descafeinada
Tal y como me pasó en Nochebuena, no tenía plan para pasar el fin de año, así que me apunté a la cena que se organizaba en el Haush, el hostal donde estuve alojado. Éramos unos doce chicos, entre mochileros y responsables del hostal. Cenamos embutido (si es que se puede llamar así a lo que ofrecen aquí) y bebimos vino de la zona. Como en Argentina no hay tradición de comer 12 uvas al llegar la medianoche (descubrí que en Colombia sí lo hacen) otro chico de Barcelona que curiosamente vive a escaso kilómetro de mi casa y yo nos preparamos unos cacahuetes y los comimos en substitución de las uvas. La verdad es que me gustó esta nueva modalidad, y no descarto implantarla cuando vuelva a casa, ya que nunca he sido capaz de comer las uvas sin vomitar. Después de la cena llegó una familia colombiana que también se alojaba en el hostal. Estaba formada por un matrimonio de unos cincuenta años y sus tres hijos y habían ido a cenar fuera. Ellos fueron los que me dijeron que en Colombia también comían uvas. Como todos los colombianos que me he encontrado por el camino, resultaron ser encantadores y muy educados. La madre, aún no entiendo muy bien por qué, le dio por dedicarnos a todos una oración religiosa en el momento de brindar. Me pareció estar en una película yanqui, donde los protagonistas dan gracias al Señor por los alimentos comidos. Tras un poco de charla me retiré a dormir. Creo que nunca antes había ido tan pronto a la cama. Y a toro pasado creo que acerté, ya que los chicos que se quedaron bebiendo acabaron la fiesta en un local de alterne de mala muerte.

El día 1 de enero me me despertó a las 8 de la mañana un compañero de habitación que se estaba vistiendo. Era Fernando, un brasileño muy majo dueño de una empresa de parapentes y ropa de deporte. Se iba dirección a El Calafate, como yo, con la diferencia de que él no viaja en autobús ni a dedo, si no en un confortable 4x4. Le pregunté si me podía apuntar con él y me dijo que sí, por lo que adelanté un día mi marcha de Ushuaia. Al final se nos apuntó Diego, un gallego de mi edad que también está viajando por América. Así fue como mientras la ciudad dormía la mona los tres dejamos Ushuaia. En la siguiente entrada hablaré del fantástico viaje en coche que hicimos para llegar a El Calafate y la sobrecogedora visita al Perito Moreno.

Lo mejor de Ushuaia
El Parque Nacional Tierra del Fuego
El glaciar Marcial
Algunas lagunas cercanas a la ciudad
Las vistas al canal de Beagle
Muchas horas de día en verano
La tonalidad del cielo
Buena oferta de alojamientos
Una oficina de información al turista competente

Lo peor de Ushuaia
Difícil y caro de llegar desde la parte continental
No puedes guardar la chaqueta ni en verano
Los negocios y restaurantes no son nada baratos
Los museos son muy caros y cierran en Navidad

Precios de Ushuaia (1€ = 5,4 Pesos)
Una noche en el hostal Haush sin desayuno 70 Pesos
Taxi hasta el Parque Nacional Tierra de Fuego 46 Pesos
Bocadillo para comer 17 Pesos
Una postal 8 Pesos y un sello a Europa 10 Pesos
Cuatro empanadas pequeñas 16 Pesos
Plato combinado en restaurante barato 71 Pesos


Audio:
Un par de canciones mapuches, del pueblo casi exterminado de la Patagonia (Argentina y Chile):

En mapudungún
En español

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Uau, quines expectatives! M'agrada, com acabes el relat... Això d'improvisar la marxa amb el brasiler i el gallec..., i el viatge que dius que ara ens explicaràs!!! Espero que estiguis molt bé. Un petó molt gros.

Àngels

Daniel Gutiérrez Abella dijo...

Gelines!
si et sóc sincer no sóc gaire descriptiu perquè fa un temps que tinc mandrota d'escriure. El paisatge, però, espectacular. El sud d'Argentina és un altre planeta.

Tu què tal per London?

Petons