Llegué a Lima un par de días antes de que lo hicieran mi madre y Josep, tiempo suficiente para encontrar un hotel adecuado para ellos (me despedí de las habitaciones compartidas por una semana, tal y como ya hice en Buenos Aires) y conocer esta gran urbe de más de 8 millones de habitantes. Tuve suerte y una chica muy simpática que conocí en Couchsurfing me acogió en su casa, así que a parte de ahorrarme unos soles me permitió conocer a su familia y un plato peruano que me encantó: los anticucho (corazón de la vaca a la brasa). El día que llegaba mi visita me mudé al Hotel España, una particular y céntrica posada que parece un museo, lleno de cuadros gigantes que bien podían estar en el Prado (si fueran de Goya y originales), grandes espejos y un mini zoo en la azotea. Una vez llegaron Josep y mi madre recorrimos primero el casco antiguo de Lima y visitamos la catedral (que tiene la particularidad de tener el techo de madera por si hay otro terremoto en el futuro, algo más que probable), y el lujoso palacio del arzobispado (contiguo a la catedral y un derroche de lujo con el que siempre se ha caracterizado la cúspide eclesiástica).
También nos acercamos a Miraflores, un encantador barrio formado de callejuelas limpias y pintorescas y lugar que muchos europeos que residen en Lima eligen para vivir. Allí se encuentra también uno de los mejores restaurantes de la capital y por ende del continente, Ástrid y Gastón, en el que reservamos mesa para probar su menú degustación y celebrar por todo lo alto los 53 años de mamá. Empezamos saboreando un delicioso pisco sour, la bebida nacional del país, y luego disfrutamos durante más de tres horas de platos típicos peruanos, como el ceviche o el rocoto relleno. Todos estaban perfectamente presentados y elaborados, pero el lujo (y sobre todo los vinos) inflaron la cuenta demasiado. Suerte que no me tocaba pagar a mí.
Después de recorrer Lima nos desplazamos a Ica, una polvorienta y ruidosa ciudad en la que hicimos noche para poder visitar al día siguiente la reserva natural de Islas Ballestas. A estos islotes, poblados exclusivamente por focas, pingüinos y millones de pájaros de diferentes especies, se llega en un tour de barca de apenas un par de horas. Es realmente impactante no solo que las lanchas se acerquen tanto a las playas en las que dormitan y se pelean focas y leones marinos, sino especialmente el ruido y fetidez que profieren los pájaros que sobrevuelan constantemente el cielo y reposan en las rocas. Tras esta breve parada en las Ballestas, tomamos otro autobús, esta vez un nocturno de lujo, camino de Arequipa, la ciudad blanca que vio nacer a Mario Vargas Llosa. De Arequipa me gustó en primer lugar su ubicación1, ya que desde la mismísima Plaza de Armas se puede divisar el nevado volcán Misti como telón de fondo (una montaña de más de seis mil metros a apenas veinte kilómetros). Disfrutamos callejeando por el centro y recorriendo el enorme y pintoresco Monasterio de Santa Catalina, una mini ciudad en la que vivieron las hijas de las familias pudientes que no encontraban casadero y en el que actualmente aún residen unas pocas monjas de clausura. Una vez más, tal y como percibí en el palacio arzobispal de Lima, la Iglesia Católica se reveló contradictoria e injusta, pues las jóvenes monjas que habitaban este lugar podían tener varias muchachas de servicio y cuberterías de oro y plata, por ejemplo.
En esta ciudad sureña no sólo disfrutamos de la arquitectura o las vistas de la sierra, también comprobamos por qué es tan famosa su gastronomía, en la que destaca el rocoto relleno (pimientos picantes rellenos de carne picada y queso). Finalmente, antes de volver hacia Lima, realizamos una cansada excursión de un día hasta el cañón del Colca, una imponente quebrada (la segunda más profunda del mundo y el doble que el cañón del Colorado). Salimos a las 3 am de Arequipa, y después de dormitar un poco en la furgoneta nos despertamos justo cuando pasábamos un alto a casi cinco mil metros de altura. El frío era polar, pero mereció la pena bajarse para tomar unas fotos del amanecer. Antes de llegar al propio cañón se pasa por el valle del Colca (colca significa depósito, y recibe este nombre ya que los pobladores de la zona hacían pequeños agujeros donde guardaban víveres para consumir en caso de necesidad). Este valle está formado de infinitas laderas de intenso verde en la que pastan animales. Y el cénit de la excursión es cuando se llega al cañón y se divisan hacia arriba las altas montañas nevadas y hacia abajo un serpenteante río que desde esas alturas parece un riachuelo. Por si el paisaje no bastara, una familia de cóndores hizo acto de presencia, y varios de ellos sobrevolaron nuestras cabezas de bien cerca.
Después de este buen sabor de boca (en todos los sentidos) que nos dejó Arequipa, volvimos a Lima, donde apenas hicimos escala para ir hacia el norte, en concreto a Trujillo, una ciudad que yo ha había visitado pero que ellos querían conocer. Tras pasar un par de días en esta ciudad colonial volvimos como una peonza a Lima, y allí me despedí de ellos. Pasamos casi diez días juntos, y creo que disfrutaron del país. Aunque no vimos la parte rural, se pudieron llevaron una idea de cómo es el Perú, como mínimo algunas de sus principales ciudades y algún paisaje natural. Yo me volví a quedar solo y recuperé mi dieta de menús baratos y habitaciones compartidas. Antes de salir del país me dio tiempo de visitar el bonito barrio de Barranco (más selecto que Miraflores y donde Vargas Llosa tiene una casa, por cierto), comer ceviche y entrevistar para mi otro blog a una encantadora periodista española. La próxima parada fue Guayaquil, al sur de Ecuador, adonde llegué después viajar durante treinta horas en autocar. Allí me esperaba una segunda visita, la de Sandra, con quien acabaré este viaje sudamericano. Pero lo que vimos en Quito y nuestra entrada a Colombia lo contaré en otro post.
Lo mejor de Lima
Su centro histórico
La catedral y el Palacio del Arzobispado
El palacio presidencial (visitable los sábados)
El tranquilo barrio de Barranco, a orillas del Pacífico
Miraflores
El barrio chino, donde se puede comer muy bien y encontrar de todo
Infinidad de restaurantes de calidad y para todos los bolsillos
Gran red de autobuses y taxis baratos (regateando, evidentemente)
Muy bien conectada con el resto del país y el continente
Lo peor de Lima
La suciedad que hay en casi toda la ciudad
La cantidad de indigentes y sin techo que deambulan por las calles y no reciben ayuda
Algunos barrios son inseguros, sobre todo de noche
Hay mucha contaminación (aérea y acústica) y un tráfico infernal casi permanentemente
Precios de Lima
Una habitación triple en Hotel España: 72 Soles
Una comida para dos a base de ceviche: 60 Soles
Taxi del centro de Lima a Miraflores: 12 Soles
Bus Lima-Ica: 43 Soles
Excursión a las Islas Ballestas: 50 Soles
Bus VIP Lima Trujillo: 80 Soles
Bus Lima Tumbes: 80 Soles
Bus Tumbes Guayaquil (Ecuador): 24 Soles
Lo mejor de Arequipa
Es una bonita ciudad con casas coloniales y una espectacular plaza de Armas
El monasterio de Santa Catalina
La catedral
La cocina de los restaurantes arequipeños
Tiene cerca grande montañas en las que hacer excursiones / ascensiones
La proximidad del cañón del Colca
Lo peor de Arequipa
Las excursiones tienden a ser caras
Fuera del centro histórico la ciudad pierde mucho interés
Precios de Arequipa
Tour Cañón del Colca: 50 Soles
Entrada al Parque Nacional del Colca: 70 Soles
Arequipa-Lima en avión: 74 USD
Comida en restaurante típico: 30 Soles/ persona
Menú en restaurante barato: 6 Soles
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