27 enero 2008

Pudja, o cómo infiltrarse entre indios hindúes

Así es como se leería en castellano, más o menos, la palabra religiosa con
los que los hindúes definen cualquier tipo de ceremonia; ya sea por un nacimiento; una muerte; una boda. Hoy, domingo 27 de enero de 2008, he asistido a mi primera Pudja (esta vez era un bautizo), invitado por mi compañera, y ya amiga, Shilpi.
El caso es que el sábado a media tarde me tenían que llamar para ir a una fiesta de unos españoles que aún no conozco. Pero antes de recibir esta llamada el nombre de Shilpi iluminó mi teléfono móvil. Estaba por el centro con su novio y me preguntaba si quería ir al día siguiente, es decir el domingo por la mañana, al la pudja por el nacimiento de un primo suyo. Le dije que perfecto. Fue entonces cuando, animada por mis ganas de conocer la cultura local, se envalentonó y me propuso que fuera a su casa a dormir porque el acto se iba a celebrar muy temprano. Me lo pensé dos veces, pues eso no lo tenía previsto, pero la seductora idea de conocer a su familia y
de ver una ceremonia religiosa me empujó a aceptar. Así que, tras mi sí, vino a recogerme a casa. Llegó a los pocos minutos y, mientras preparaba mi bolsa de mini viaje, me preguntó si me importaba que viniera a mi casa su novio, Durkeish (o algo así), con el fin de conocerme.
La versión real, creo yo, es que el chico, que me temo algo celosón, quería conocer en directo el tío que tanto frecuentaba su novia (y conocer donde vivía, supongo, por si me tiene que partir las piernas en un futuro). Así que, a la media hora ya estábamos tomando los tres un té en mi desangelado salón y jugando al carrom (ya le dedicaré una entrada a este juego) que me regaló para mi cumpleaños Pau. Carantoñas los que queráis, pero besos ni uno (entre ellos, claro).
Al terminar la partida nos despedimos. Él se fue a su casa, tranquilo al ver que yo era un tipo inofensivo y que no cumplía los cánones de europeo-sueco cañón, y Shilpi y servidor nos encaminamos hacía su casa, que está a unos 45 minutos de la mía.
Por el camino me dio tiempo de ver muchos complejos iluminados en los que celebraban bodas. Y es que se ve que es al época de bodas aquí. Bueno, más que bodas, lo que vi desde la carretera eran auténticos bodorrios, así como un par de autorickshaws con 7 personas dentro. Lo típico.
Mr. Singh, que así se llama el padre de Shilpi, nos abrió, con una sonrisa en la boca, la puerta de su casa. Es una hombre de unos cincuenta años, alto, moreno,
con bigote negro espeso y tez clara. La barriga que posee le dota de un aire de poder. Maneja un inglés muy completo y, gracias a los múltiples viajes de negocios que ha hecho por Europa, es de mentalidad abierta.
Nos sentamos en un sofá que había en la entrada y al poco vino la madre, ataviada con una bata y un gorro de lana. En ese momento comprobé que el frío no es exclusiva de mi piso. Tomamos un té (Shilpi me confesó que eran "tea freaks", es decir, adictos al té) acompañado de unas pastas dulces moldeables como la plastilina y de color petróleo (que reciben el nombre de halwa). Luego me sirvieron la cena a mi sólo, ya que nadie más quiso comer, en el mismo sofá. En un bol pequeño había comida de astronauta, es decir, un potaje verde (jichri) compuesto por arroz y algo más que no entendí. De acompañamiento, un pan relleno (prata roti). Tras acabar el plato, y siendo el centro interés de la habitación, nos retiramos a dormir. Antes de de acostarnos, sin embargo, Shilpi me enseñó las fotos de la boda de su hermana mediana y me contó los rituales hindúes para tal empresa. Que si los novios tienen que intercambiar un collar de flores; que si el prometido le regala un collar (mangalsutra) y le pinta la frente de color rojo a la chica; que si tienen que dar 7 vueltas a una pequeña fogata que ponen en el centro etc. Después de la sesión nos fuimos definitivamente a dormir.
A mi me tocó un dormitorio al lado del de Shilpi, con baño incorporado (un agujero en el suelo, vaya). Me cedieron el único mini calefactor que tenían y me puse a dormir. Me hizo gracia ver que esa estancia, como todas las demás, atesoraba multitud de objetos y pinturas que representaban dioses y que bien se podrían usar como amigo invisible en España (sólo para casos de venganza, claro está).
Serían pasadas las doce de la noche cuando ya no se escuchaba nada excepto los silbidos que da el vigilante que hace ruta por el vecindario, que silba para advertir a los ladrones de que está merodeando la zona, y los pitidos de camiones que pasaban a lo lejos.
Cuando me he levantado hoy, serían las 9, lo primero que me ha pedido Shilpi ha sido perdón. Al no entender de qué iba el tema, le he preguntado el por qué de su actitud, y ha puesto una cara de sorpresa. Se ve que un pariente lejano suyo algo mayor, que está como una regadera, lo encerraron anoche en la habitación del último piso porque no paraba de cantar, golpear muebles y hacer el indio (jeje). Este sujeto se presenta una vez al año a su casa para pasar unos días a gastos pagados. Gracias a mi capacidad de mi hipnosis, ni me he enterado.
Así que, tras la aclaración, hemos desayunado al tiempo que han empezado a llegar los primeros invitados (se esperaban unos 100). A algunos de estos familiares, concretamente los mayores y de "mayor prestigio", Shilpi los saludaba besándose la mano y tocándoles inmediatamente los pies.
En una carpa cercana a la casa, los cocineros (unos diez) se apremiaban a preparar los platos que se comerían más tarde.
Cuando ha llegado el 'cura' (bramán en este caso) se ha reunido en una pequeña terraza con la familia que ya estaba presente (la mayoría, con buen criterio, llega justo a la hora de comer), y han empezado la ceremonia, la 'pudja'. En este caso se hacía porque en la familia había un recién nacido, y es la manera que tienen de asegurarle buenos augurios (y para el cura es la mejor manera de sacar una buena tajada a base de cuatro cánticos y un par de velas de incienso). Se ve que, en el caso de los nacimientos, se hace a los seis o doce días de que el parto haya tenido lugar.
El bramán va cantando unos cuentos recogidos en un libro que consulta cuando anda perdido, y algunas frases las repite la congregación. Después de una hora dándole que te pego, ha llegado lo interesante. En un bol de cerámica han puesto leña, azúcar, especies, flores...no sé, un poco de todo, y le han prendido fuego. Entonces, cada uno de los presentes ha echado unas hierbas en el bol. Tras ese paso, todo el mundo se ha levantado y se han repartido las frutas y los dulces que se habían puesto en el centro para la ocasión. Inmediatamente después, todos estos alimentos se comen, ya que si no el niño estaría gafado para siempre.

(Me he saltado algún paso, pero es que la ceremonia es muy larga y compleja.)

Al final, como en cualquier religión que se precie, pasan un platillo que se llena de billetes. ¿Para quién? Pues para el cada vez más risueño bramán, que, con tanto nacimiento, muerte y boda, se hace de oro. La ceremonia es muy colorida; está llena de pequeñas fogatas; alimentos; cánticos y parafernalia varia. Lo que tal vez me ha chocado más ver cómo la gente iba y venía. Y es que, si les suena el móvil se levantan sin pudor alguno y se van a hablar a otro sitio.
Tras el acto, que incluye mil plegarías para conseguir la paz mundial y no sé cuantas bondades más, los asistentes (cada vez hay más) se han puesto una
marca en la frente en señal de bendición. Y yo, que no he querido ser menos, me he puesto la mía. De hecho he realizado todas las acciones que han hecho los demás. Es más, algún viejete que dominaba el inglés me ha explicado sobre la marcha cada ritual, a la vez que me bendecía de arriba abajo.
Al terminar definitivamente el "show", todo el mundo ha bajado a la calle para hacer tiempo antes de comer. Los cocineros, con sus manos roñosas y sus ollas mugrientas a rebosar de comida de todo tipo, ultimaban los detalles finales. Se ha dado el pistoletazo de salida y, como en las rebajas de El Corte Inglés, la gente ha corrido cual estampida hacia el buffet libre para degustar los (picantes) platos que se habían cocinado.
Paralelamente, han empezado a llegar los últimos primos, amigos y conocidos. Yo, como ya me imagináis, me he puesto las botas. He probado casi todos los platos, incluidos los dulces, aunque mi estómago me ha amenazado con una huelga indefinida si repetía. Así que un único viaje al buffet me ha bastado para saciar el apetito esta vez.
Unos pocos perros, conocedores de la tradición, aguardaban su momento para atacar a los restos de comida. Durante el acto, al que he asistido como único representante del mundo occidental, he conocido algunos familiares de Shilpi y he visto la criada de su hermana, una india de piel casi negra que, por el módico precio de 3.000 rupias al mes (unas 9.000 pelas), le hace de chacha los 365 días a la semana. Una siesta tras el ágape ha sido lo último que he hecho en casa de Shilpi.
Después del sueño nos hemos ido de compras con su novio y los amigos de éste, que nos esperaban en un centro comercial cercano. Hemos dado varias vueltas por un par de ellos, pero, al comprobar que desgraciadamente no tenían mi talla en la tienda Levi's (en la que vendían en oferta unos tejanos por 20 euros), y que el estilo de ropa de esta gente difiere diametralmente del mío, me he desanimado un poco y he desistido. Por hoy. "Tendré que adelgazar o buscar una tienda de tallas grandes", he dicho para
mis adentros.
Eran ya las siete y negra noche en la calle cuando nos hemos tomado un té en un garito cercano al 'mall'. Después del té, Shilpi por un lado y yo por otro, con los chicos (que viven en la zona sur de la ciudad, como yo), nos hemos marchado. Por el camino hemos golpeado a una moto que casi se cae, pero por las risas que ha habido en el coche he comprobado que estos incidentes son pequeñeces aquí.
Ya en casa, una ducha reparadora me ha dejado como nuevo. Me he afeitado (aquí lo hago con más frecuencia que en Barcelona), y he vomitado todas las experiencias en este blog.
Uff, que a gusto me he quedado.

PD. Las fotos del día están colgadas en el link "mis fotos indias".

1 comentario:

Anónimo dijo...

quina experiència!sembla que aquí un dia sigui una setmana. Haurem de conèixer la Slipi? A mí també m´agradaria anar a una cerimonia d´aquestes.Tinc ganes de veure tot allò.
jO aquí a casa encara paxuxa, però millor. Petonàs.
Ah ! les fotos molt xules!