“¿Y por qué no nos plantamos mañana por la mañana en Asunción y damos un paseo por Paraguay?” Nos preguntamos Guillem y yo en la estación de autobuses de Campo Grande después de decidir que no haríamos un tour por el Pantanal debido a su alto coste. Esas dudas, esos pequeños e ínfimos problemas son los que uno tiene la suerte de sufrir cuando está de viaje. Reflexionamos sobre lo afortunados que éramos de poder estar debatiendo si tomar un bus a Asunción o uno a Foz, con la que está cayendo en España, y finalmente compramos un pasaje para salir a las 5 de la mañana del día siguiente al país de Larissa Riquelme. Antes, sin embargo, teníamos toda la tarde y noche por delante en Campo Grande, una ciudad bastante civilizada pero sin grandes atractivos.
Conseguimos contactar por mail con un couchsurfer, Joel, que si bien no nos podía ofrecer un sofá, nos llevaría de cena con sus amigos; más que suficiente. Una chica joven naife y guapa a partes iguales, Ana, nos dejó llamar desde su teléfono para arreglar la cita con él. Ana es de padre chileno, madre brasileña y ha vivido varios años en Japón. Tiene sólo 16 años, pero es una persona muy interesante, aunque a veces diga frases sin sentido aparente. La conocimos porque es la encargada de cobrar a los usuarios de internet de la terminal de autobús. Con Joel quedamos que nos pasaría a recoger por la estación a las 20 horas, aunque llegó, como es preceptivo en Brasil, veinte minutos tarde. Este joven y dicharachero periodista de formación fue toda una caja de sorpresas. Con el paso de las horas descubrimos que está separado, tiene un hijo que vive con la ex en Sao Paulo y trabaja en el negocio familiar, una ferretería, ya que como periodista “es imposible ganarse bien la vida”, nos dijo (me suena esta historia). Primero nos llevó a un supermercado a comprar carne. Como Homer Simpson, disfruté viendo estanterías larguísimas repletas de todo tipo de carnes envasadas al vacío. Compramos un par de paquetes y varias cervezas y nos dirigimos a casa de Vanesa, una amiga de Joel que estaba celebrando el cumpleaños de varios compañeros de su trabajo; en concreto los nacidos entre julio y septiembre. La cosa pintaba bien: carne, cerveza y gente joven con quien hablar o escuchar música. Y la verdad es que resultó ser una agradable velada. Hablamos con varios brasileños acerca de su país, de la región de Mato Grosso do Sul y, evidentemente, de fútbol, mientras el padre de la anfitriona, que era igualito al protagonista de Delicatessen, se encargaba de asar la carne. Probamos varios tipos, todas ellas muy sabrosas, y cuando el personal ya se había ido, nos mudamos a casa de Ana, que vive con su hermana y su sobrina. Allí continuamos de cháchara y probamos el tereré, una especie de mate argentino pero frío que se bebe en grupo. Eran ya pasadas las dos de la madrugada cuando Joel nos dejó en la estación de autobuses. Estuvimos pocas horas con él, pero la verdad es que nos costó decirle adiós. No sólo por su generosidad, sino también porque se reveló un tipo muy interesante, culto y gracioso. Espero que cuando visite Europa pase por Barcelona.
De vuelta a los bancos de la estación nos cruzamos con una señora mayor que estaba como una regadera. Nunca supimos su nombre, pero de lejos parecía una afable anciana. Nos había preguntado por la tarde (doce horas antes) de dónde éramos y adónde íbamos, e inmediatamente después quiso saber qué pensábamos del milagro de Lourdes. En ese momento vimos que alguna cosa fallaba en su azotea. Nos sorprendió encontrarla de nuevo de madrugada, deambulando por la estación como si estuviera buscando el bus que la tiene que sacar de Campo Grande. Y nos violentó un poco que, como ya hizo por la tarde, nos siguiera a todas partes y se sentara siempre a nuestro lado. Por suerte resulto ser inofensiva. Imagino que ahora mismo estará de nuevo paseando por la rodoviaria como si fuera una viajera más.
Después de este gracioso reencuentro nos acicalamos, dormitamos, leímos y esperamos a que llegara el bus procedente de Brasilia que nos tenía que llevar a Asunción. Y con tres horas de retraso emprendimos nuestro primer viaje a Paraguay. Próxima parada: Asunción.
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