26 octubre 2011

En la tierra de diamantes

Hasta Salvador más o menos todo nos había salido a pedir de boca, cuanto al transporte se refiere. Pero la suerte no dura siempre, sobre todo si haces el idiota. Nos plantamos en la rodoviaria (estación de autobuses) de Salvador de Bahía sobre las 22 horas. El bus a Lençois, pueblo de referencia para visitar la Chapada Diamantania, salía a las 23 horas, pero habíamos comprobado por internet ese mediodía que había plazas de sobras. Aún recuerdo la cara de tontos que se nos quedó a Guillem y a mí cuando el tipo de la ventanilla nos comunicó con toda la tranquilidad del mundo que no quedaban billetes y que teníamos que esperar a la mañana siguiente. Tras encajar el golpe, nos instalamos como pudimos en unos incómodos bancos, donde conseguimos dormir a ratos. En apenas siete horas llegamos a Lençois, una bonita y tranquila población atravesada por un riachuelo. Caía un sol de justicia, y nada más poner los pies en tierra nos rodearon varios chicos para colocarnos un pack turístico o una pousada. Nos fuimos al albergue Hostelling Internacional, y luego buscamos presupuestos para ir de excursión al día siguiente. Perdimos la tarde comparando precios, pero al final (y después de regatear) encontramos un guía que nos llevaría todo el día por la zona por 85 Rs. La mañana siguiente amaneció gris y con lluvia; el peor panorama para ir arriba y abajo. Y fue una lástima, ya que la misma excursión con buen tiempo te permite hacer mil cosas más que no hicimos, como pegarte un chapuzón en los ríos.

Chapada Diamantina es una región convertida en parque natural que se encuentra a unos 420 kilómetros en el interior de Bahía. Recibe este nombre ya que fue durante muchos años una fuente inestimable de minerales y diamantes que acabaron, como suele ser habitual, en los mercados europeos. Visitamos primero Lapa Doce, una gruta muy grande que tenía, como todas, estalactitas y estalagmitas a las que el público le pone nombres. Que si el mamut, que si el calamar, que si el champiñón…yo, en cambio, sólo veía falos. Después nos llevaron a una cueva de agua azul. El sitio es precioso, pero lo es aún más cuando el sol ilumina directamente el agua y la dota de múltiples tonalidades. Cerca de esta cueva había otra (estaban comunicadas bajo tierra) que terminaba en una gran piscina al aire libre en la que te podías bañar. El tiempo, sin embargo, se encargó de quitarnos las ganas. La tercera parada que hicimos fue a una montaña llana en la superficie llamada Pai Inácio (Padre Ignacio), la típica estampa de la región. El cielo continuaba encapotado, pero aun así pudimos disfrutar de las vistas y del carácter lunar que tenía la cima. Hago un inciso para explicar la interesante historia acerca de este tal Ignacio. Cuenta la leyenda que un fuerte esclavo negro encargado de fecundar a las esclavas (un semental) se enamoró de la mujer de un coronel. Al ser descubierto huyó a esta montaña, donde fue rodeado para darle muerte. Él se tiró al vació y sobrevivió, ya que cayó en un saliente de la montaña. Les robó un caballo a los soldados que acompañaban el coronel y se fugó con la mujer de éste. Se sobrentiende que a partir de ese día sólo se encargó de fecundar a una mujer. ¡Eso es amor y lo demás tonterías!

Y volviendo al tour, la última parada que hicimos fue en una preciosa cascada bautizada como la del Diablo, donde me hubiera gustado bañarme si hubiera salido el sol. Antes de llegar a ella, Marquinhos, nuestro guía, nos advirtió mientras andábamos por el sotobosque que anduviéramos con cuidado con las serpientes, puesto que a él ya le habían picado cinco veces. Ese tipo de consejos son los que diferencian un paseo por la montaña en Europa con uno en América. Después de contemplar un rato la cascada y de tomar las fotos de guiri de rigor pusimos rumbo a Lençois, donde cenamos en una minúscula tasca regentada por una encantadora mujer que nos preparó una cena buenísima. Los ingredientes, sin embargo, los de siempre: ensalada, arroz, carne y pollo. Esa misma noche tomamos un bus nocturno dirección a Brasilia, donde llegamos 17 horas más tarde tras haber hecho escala en la sórdida y plagada de bichos estación de Seabra. En ese momento no éramos conscientes de que empezábamos un récord de no-duchas y no-camas. Pero eso, como se dice en Catalunya, ‘són figues d’un altre paner’.


Lo mejor de Chapada Diamantina:
Los paisajes
Las diferentes actividades que puedes hacer si tienes dinero
Una infraestructura turística suficiente si aglomeraciones (como mínimo en octubre)
Pueblos bonitos y apacibles como Lençois
De fácil acceso desde Salvador de Bahía.

Lo peor de Chapada Diamantina:
Se necesita un tour de dos o tres días para ver bien la Chapada, lo que hace subir el precio de la salida.
Los guías no bajan mucho los precios de las excursiones aun ser temporada baja
Es difícil pasear con tranquilidad por Lençois sin que te ofrezcan nada.

Precios de Chapada Diamantina (1€ = 2,4 Rs)
Noche en Hostal HI: 25 Rs
Tour de un día por la Chapada: 85 Rs (tasas de las grutas incluidas)
Prato feito (menú): 7 Rs
Acarajé: 3 Rs (aunque a vimos que a los locales les cobraban 2 Rs).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Dani!

M'he posat al dia en una llegida brutal i només puc reafirmar-me en la idea que m'alegra molt que tot vagi tan bé, i que expliquis coses tan interessants i tan diferents a les que estem acostumats!

Una abraçada també pel Guillem i que tot segueixi així!

Salut!

Mario

Daniel dijo...

Ep Màrius!

de moment tot genial aquí. Gastant molts quartos (Brasil és molt car) però gaudint. No em puc queixar, tenint en compte que avui he visitat les catarates d'Iguaçú i que la setmana vinent aniré a Rio, oi?

Espero que, tot i no ser el mateix, estiguis bé a Barcelona. I si pots, gaudint del curro.

Una abraçada