28 diciembre 2011

Descendiendo por la costa argentina

Aunque me considero un animal urbano, la necesidad de respirar un poco de aire puro y hacer de pixapins, como decimos en Catalunya, me lleva a visitar el mundo rural cada pocas semanas. Así que después de recorrer Buenos Aires del derecho y del revés puse rumbo al sur. Mi intención era (y lo sigue siendo) pasar el fin de año en Ushuaia, la ciudad más austral del mundo, según venden muy bien los argentinos. Ya que lo voy a pasar solo, como mínimo que sea en un lugar especial. Saltándome a la torera Mar del Plata, ciudad que no me interesa lo más mínimo y menos en verano, cogí un autobús directo hasta Puerto Madryn, capital de la provincia del Chubut. Éste fue mi primero contacto con los “famosos” buses argentinos, y tengo que admitir estuvo a la altura. Elegí un semi-cama, más barato que el cama pero suficientemente cómodo, para hacer un trayecto de cerca de 21 horas que pasé durmiendo. Nos dieron una bandeja de comida como en los aviones y pasaron una película infumable de la que no recuerdo ni el título.

Puerto Madryn
La capital del Chubut es una ciudad bastante fea que vive de fabricar aluminio y del turismo, pero sus alrededores, por suerte, son preciosos. Más allá de esta urbe de tamaño medio sólo hay infinitas extensiones de campo yermo de color ocre tintado por pequeños arbustos de un verde apagado. El único movimiento que se ve en el horizonte son algunos guanacos que saltan libres por el campo y los coches y camiones que circulan en fila india por las kilométricas carreteras de línea recta. Tal y como llegué a la estación de autobuses me dirigí al hostal La Tosca, ya que había leído buenas críticas por internet la noche anterior. El lugar resultó ser una fantástica elección; un pequeño jardín comunitario permite a los huéspedes charlar y conocerse, todos los espacios están limpios y el personal es servicial y atento. Allí conocí a tres franceses y a una brasileña bastante alocada que viajaba con su hijo pequeño con los que hice un par de excursiones.

El primer día alquilamos unas bicis y nos fuimos hasta Punta Lomas por un camino de arena que discurre paralelo a la costa. Me impresionó tanto el intenso azul del mar como que no encontráramos nadie a pesar de que estamos en pleno verano argentino. Los más de treinta kilómetros que hicimos acabaron con la salud de mi culo. Otro día me apunté a una excursión que ofrecían en el hostal (de hecho sólo hacía de intermediarios) para visitar Punta Tombo, la colonia de pingüinos Magallanes más grande de América. En ella se reúnen cerca de un millón de esta especie de pingüinos durante el mes de diciembre y enero. Pl grupo con el que me tocó la visita era muy reducido: la brasileña con su hijo, una pareja de catalanes de luna de miel y servidor. Fue muy divertido pasear entre estos pequeños animales y verlos nadar, andar o aparearse.

Y la tercera excursión que hice estando en Puerto Madryn fue a la Península Valdés, una gigante porción de tierra patagónica que se adentra en el mar. Allí fuimos con los franceses y la brasileña en un coche alquilado. Valdés es famosa porque aquí, dependiendo del mes del año, vienen a aparearse o a tener crías infinidad de animales marinos. Llegamos un par de semanas tarde para ver ballenas francas australes y un mes temprano para ver como las orcas atacan a leones marinos en Punta Norte. Sin embargo, pudimos contemplar como tomaban el sol o se peleaban pingüinos, leones marinos y algún elefante marino despistado. El paraje, aunque no se vean ballenas, es espectacular, y bien mereció la pena la paliza en coche que nos pegamos.

En La Tosca fue donde pasé la Nochebuena y el día de Navidad. Si bien aún no he tenido tiempo de sufrir morriña, la noche del 24 tuve presente todo el tiempo a la familia, que estaría comiendo botillo y gritando como animales en la casa de Fresnedo de Mariano y Tere. Lamento no haber participado en el 'Amigo (enemigo) invisible' de este año ni oír a Queco cantar el himno del Atleti. Aun así, en esta lado del mundo también discurrimos para pasar una buena noche. Nos juntamos todos los mochileros del hostal y compramos carne que Rodrigo, el cocinero, se encargó de asar en la parrilla. Tanto en Argentina y Uruguay, donde se hacen asados cada mes, todo grupo de amigos / familia tiene un 'elegido' que se encarga de cocinar la carne, y Rodrigo, por fortuna, lo hace muy bien. Italianos; franceses; israelitas; noruegos; sudafricanos y argentinos nos hicimos de familia y ayudados por demasiadas botellas de vino argentino y fernet destrozamos los idiomas que teníamos en común.

Los días pasan rápido, sobre todo cuando estás activo, y habiendo dado buena cuenta de lo más interesante a muchos kilómetros a la redonda de Puerto Madryn tocaba mover ficha y seguir viajando hacia el sur. En esas que la mañana del lunes me dejaron en una gasolinera de Trelew y me puse a hacer autoestop, ya que por estas latitudes es seguro. Tuve suerte y en apenas diez minutos un camionero argentino me paró y me llevó unos 400 kilómetros, hasta Comodoro Rivadavia, la capital del petroleo -y de YPF- del país. Durante las más de cinco horas de trayecto, Mariano, así es como lo bautizaron, tuvo tiempo de contarme como le había llovido del cielo hacía una semana una herencia millonaria y yo, por mi cuenta, tuve tiempo de pegar una cabezadita mientras él se limitaba a mantener el volante firme por la carretera sin curvas.

Al llegar a Comodoro constaté en pocos minutos que la ciudad era incluso más fea que Puerto Madryn (aunque menos que Río Gallegos, aunque en ese momento no lo sabía), por eso volví a alzar el dedo con la intención de hacer noche en otro lugar. En esta carretera de más de tres mil kilómetros, la N 3, hay muy pocas poblaciones, por lo que a veces te ves obligado a viajar centenares de kilómetros para encontrar el siguiente núcleo urbano. En el segundo intento de autoestop estuve cerca de una hora esperando bajo un sol de justicia hasta que me levantó, como dicen acá, Jorge, otro camionero argentino. En esta ocasión, debido a que su ruta lo desviaba al interior, sólo me pudo acompañar unos 90 kilómetros, hasta Caleta Olivia.

Pensaba quedarme a dormir en Caleta, más pequeño que Comodoro, pero tras deambular por sus calles buscando un hostal barato y al ver que no había opción económica decidí comprar un billete de bus hacia Río Gallegos. Esperé una hora en la estación hasta que ya siendo negra noche me subí a un flamante Andesmar que me llevó por media Patagonia hasta llegar a la capital de Santa Cruz. Y aunque toda la costa atlántica de argentina y la monotonía de la Patagonía son preciosas, tengo que decir que la mayoría de ciudades de la zona son feas, grises y anodinas. Tal vez Río Gallegos, la ciudad que vio nacer a un ahora mitificado Néstor Kirchner, se lleve la palma. Pero una vez aquí el cansancio me venció, por eso decidí buscar una posada y dejar para el día siguiente el viaje a Ushuaia.

Aunque le he dado una oportunidad a Río Gallegos, no merece ni medio día de visita. Las calles, como en Comodoro o Caleta Olivia, están muy mal cuidadas, y las cuadrillas de perros callejeros destrozan las bolsas de basura que se dejan en la calle y esparcen todos los desperdicios. Incluso el paseo por el río, lo único bonito que podrían tener cuidado, está en pésimas condiciones. Con este panorama y con unas ojeras que me llegan al suelo, he comprado un par de cosas en el súper y me recluido en el hostal, donde ahora estoy escribiendo estas líneas.

Mañana miércoles temprano zarpo rumbo a Ushuaia, en teoría la ciudad más austral del mundo a pesar de que creo que hay una chilena más al sur. Allí quiero quedarme unos cuantos días para hacer excursiones por los parques naturales de la zona y será donde pase la Nochevieja.

Nos leemos en Tierra de Fuego.

Audio: Cumbiera intelectual (Kevin Johansen, un cantante argentino-americano)

Audio 2: Y como en Brasil no puse canciones, aquí va una muy buena que me hizo descubrir Guillem: Ainda bem (Marisa Montes)

Lo mejor de la costa argentina
Miles de kilómetros de playas desiertas y acantilados
Una fauna marina espectacular, de documental del National
El paisaje hipnótico de la Patagonia y sus kilométricas rectas
Las actividades a hacer (avistar ballenas, bañarte con focas, kitesurf etc)

Lo peor de la costa argentina
Se necesitan muchas horas para recorrer los puntos de interés
Pocos pueblos significa pocos hostales y precios más caros
La fealdad y dejadez de las ciudades costeras

Precios de la costa argentina (1€= 5,7 Pesos)
Una noche en el hostal La Tosca (Puerto Madryn): 70 Pesos
Excursión de todo un día a la reserva de pingüinos de Punta Tombo: 250 Pesos
Entrar a la reserva natural de Punta Tombo: 35 Pesos
Alquiler y gasolina de un coche en una excursión de unos 400 km : 120 Pesos (cada uno)
Bus nocturno con servicio de Caleta Olivia a Río Gallegos: 255 Pesos
Una noche en el hospedaje Elcira (Río Gallegos): 70 Pesos

3 comentarios:

Anónimo dijo...

no se por que, pero de todo lo que has hecho hasta ahora esto es lo que mas envidia me da... La carretera, los paisajes, los pinguinos... Imagino que con los leones marinos habras estado en tu salsa ;)

me ha encantado lo de "destrozamos las lenguaas que teniamos en comun". En fin, seguro que aunque no hayas estado en fresnedo nunca olvidaras esta nochebuena.

Pido disculpas por las faltas. Como sabes, mi sister trabaja en un sitio muy guay donde hace poco en un sorteo le toco una tablet, desde donde escribo y con la cual no estoy familiarizada.

Por favor, avisa cuando llegues a ushuaia, que la cosa se esta poniendo interesante...

I miss u

sandrix

Anónimo dijo...

desde el bierzo, nos alegra saber que lo estás pasando tan bien, y que también tengas un poco de morriña de la familia, los pinchos, y los premios celsín ;)

un besín

patrícia & family

Mama dijo...

Quin munt de pingüis!
No hi ha més fotos de Buenos Aires? El Ateneo, casa rosada, el Cabildo...
M'agradaria veure-les i compartir-les!
Un petó, guapo