17 febrero 2012

Tras los últimos pasos del Che

Ernesto Che Guevara, gracias a la más que difundida fotografía de Korda, tal vez sea la persona más famosa de la Historia, con permiso de Jesús. Pero a diferencia del hijo de Dios, no todo el mundo sabe al dedillo por qué luchaba, donde murió o cuales fueron sus ideales, más allá de un par de famosas frases como “Hasta la victoria siempre” o “Prefiero morir de pie que vivir arrodillado”. Y entre ellos me incluyo. Pero ahora, después de seguir sus últimos pasos por Bolivia y tas visitar los lugares donde fue capturado y la escuela en la que fue ejecutado, sé algo más de este gran hombre que priorizó sus ideales por encima de todo. Leer su diario de campaña boliviana me ha ayudado a acercarme a él y a cagarme una vez más en el desigual mundo que mantenemos a diario.

Casi todos los turistas que llegan a Vallegrande, donde el ejercito boliviano expuso el 10 de octubre de 1967 el cuerpo inerte del Comandante como trofeo de caza, es para reseguir las últimas etapas que vivió el modesto pelotón de guerrilleros que encabezaba el Che. El día que llegamos a Vallegrande procedentes de Samaipata (en un recorrido de tres horas en bus durante el cual nos tuvimos que sentar en taburetes de plástico pues todos los asientos estaban ocupados) visitamos la fosa donde estuvo enterrado secretamente el Che y algunos de sus compañeros durante más de treinta años. También visitamos el hospital, donde se encuentra la lavandería en la que lo expusieron durante dos días para que vecinos y prensa internacional lo vieran muerto. Al segundo día madrugamos, y tras disfrutar de zumos de fruta natural en el mercado del pueblo nos desplazamos con un guía hasta La Higuera, la remota aldea en la que el Che y dos de sus lugartenientes (el Chino y Willy) fueron asesinados a sangre fría cuando ya estaban heridos y maniatados. Antes de llegar a La Higuera, pueblecito que está lleno de pintadas y bustos en recuerdo al guerrillero, descendimos por la quebrada del Churo y conocimos en detalle cómo se desarrolló el último combate de los guerrilleros comunistas con el ejército boliviano en el lugar exacto donde se produjo. Aunque hace ya cerca de 44 años que se produjeron estos hechos, uno no puede evitar que se le ponga la piel de gallina al recrear mentalmente cómo murieron los 22 jóvenes guerrilleros que dirigía el Che justo donde fueron abatidos. Tras leer su diario en Bolivia y haber buscado información en internet, apodos de guerra como Ñato, Willy, Coco o Inti se hacen familiares, y ver sus fotografías en medio del bosque hiela la sangre.

Aún no sé bien por qué todo acabó como acabó. No entiendo por qué el Che, una persona formada y con bagaje guerrillero, se creyó capaz de hacer triunfar la revolución con sólo cincuenta hombres en un país selvático y lleno de caudalosos y ríos. No entiendo por qué Cuba (Fidel) no mandó ayuda o más hombres, ni por qué el partido Comunista boliviano (dirigido por Monje) le dio la espalda al Che. Bueno, esto último sí lo sé; se debió a una lucha de egos entre dos figuras como eran el Che y Monje. Tampoco entiendo cómo es posible que el ejército boliviano, con la ayuda y asesoramiento de la CIA norteamericana, tardara once meses en acabar con una guerrilla minúscula que giraba perdida por los bosques bolivianos. ¿Tan ineptos eran sus soldados? Y la URSS, ¿jugó algún papel en toda la trama? ¿No debería haber ayudado a la guerrilla del Che para hacer triunfar la revolución por todo el continente? Y otra incógnita: ¿Por qué los campesinos bolivianos no se unieron a la causa y engordaron las filas guerrilleras?

Algunos de estos interrogantes seguro que tienen respuesta, trataré de encontrarla leyendo más libros y diarios de guerrilla, como el que escribió Pombo, uno de los tres supervivientes de la batalla del Churo. Pero otros, en cambio, no los descifraré nunca. Estoy seguro que algunas piezas del rompecabezas sólo las tienen personajes como Fidel Castro y las personas que ocuparon la sala de operaciones de la Casa Blanca durante el año 1967.

De lo único que no tengo dudas es de la extrema importancia del Che, como hombre y por sus valores. Está claro que al morir joven y luchando por sus ideales (cuando podría haber continuado viviendo una vida cómoda de ministro en Cuba) lo ha elevado a icono mundial. Ya se sabe, los muertos, si son jóvenes, se tienden a idolatrar. Aun así, me parece que en este mundo se pueden contar con los dedos de una mano las personas tan valientes y coherentes que han trascendido a los libros de historia. A veces me siento mal por no ser ni tan valeroso ni justo como lo fue el Che, aunque comparta gran parte de su pensamiento. Pero haciendo pequeños actos de justicia diaria ya me siento satisfecho. Che sólo ha habido uno, y no creo que a estas alturas del partido aparezca un segundo.

Audio: Soldadito boliviano (Paco Ibáñez en el Olympia)

2 comentarios:

Sílvia dijo...

Feia molts anys que no escoltava a Paco Ibáñez i sentint la cançó del "Soldadito Boliviano" no he pogut retrocedir en el temps, durant els anys setanta, quan jo era força revolucionària i escoltava la seva música i altres grups sudamericans com Quilapaiun que defesensaven la seva llibertat, fugir de les dictadures (aquí acabàvem de sortir de la nostra dictadura particular) i exigir el dret a la terra. No he estat mai a Sudamèrica però em sembla que els seus drets (del poble em refereixo) i les condicions de vida no han canviat tant com en la resta del món. Potser els americans del nord tenen molt a veure.
Segueix trepitjant les petjades de la història, com t'ompliràs de sabiesa.
Un petó.

Daniel dijo...

Jo em vaig passar tres dies escoltant aquesta cançó i les altres qe va cantar a l'Olympia de París. Em van deixar l'MP3 la parella de catalans amb els que vaig viatjar.
És MOLT emocionant trepitjar els camins per on va passar el Che i contemplar els paisatges. Molts països d'Amèrica han avançat, sobretot els darrers anys, però la injustícia que encara es fa amb Bolívia és escandalosa. El país més ric en recursos i el més pobre. Aquí el que fan empreses multinacionals és un autèntic espoli com els espanyols al segle XVI.

PEtons a casa