Lamentablemente, Colombia aún arrastra la fama mundial de país peligroso, y sin embargo mucho ha cambiado desde la década de los noventa, en la que el Ejército escoltaba a los ciudadanos que se desplazaban en coche a lo ancho del país. Actualmente, tanto la capital como el resto de Colombia me parecen un sitio de lo más seguro, y no más peligroso que ningún otro país sudamericano o con mayores riesgos de ser atracado de los que corres si paseas una noche por las Ramblas de Barcelona. Cierto es que la zona rural donde se pueden encontrar las aún activas FARC son otro cantar. Bogotá, ciudad de la que nunca había leído gran cosa, fue el último destino de este viaje sudamericano que me ha tenido ocupado durante los últimos meses. Desde su aeropuerto, apodado El Dorado (el mitológico nunca fue hallado, todavía), partía muy avión rumbo a Madrid, donde me tocaba hacer escala antes de recalar, finalmente, en Barcelona. Así que nos reservamos unos cuantos días para poder ver con calma la ciudad, descansar y comprar los recuerdos que hasta el momento había dejado de lado. Aunque no quemamos la noche colombiana ni visitamos algunos de los sitios imprescindibles de la ciudad (bien por cansancio; bien por pereza; bien porque estaban cerrados), sí que me pareció una urbe digna de conocer.
Lo más turístico acabó siendo, como suele pasar, lo más bonito. Y en Bogotá se traduce en su casco antiguo, más conocido como la Candelaria. Allí se encuentran las casas más antiguas; la Plazoleta el Chorro de Quevedo (donde los jóvenes se juntan para beber y cantar algunas canciones guitarra en mano), los palacios coloniales y, evidentemente, el Congreso, el Palacio Presidencial y el Ayuntamiento de Bogotá. También tenemos que ir a la Candelaria para disfrutar del Museo del Oro o el más que recomendable Museo de Botero, que tiene una tienda de recuerdos preciósamente caros. Durante los días que estuvimos en esta gran urbe de más de siete millones de habitantes también paseamos por otros barrios, como Chapinero o Usaquén, donde los domingos se celebra un pintoresco mercado de artesanías, pero no llegamos a subir a Monserrate, el mejor cerro para divisar la capital. Gracias a la inestimable generosidad de mi amigo Albert Traver, a estas alturas un bogotano más, no tuvimos que buscar hotel, así que nos ahorramos un dinero.
Tras comprar algunos souvenirs, como libros de García Márquez, algún cuadro de Botero o café Valdéz, pusimos punto final al viaje. Sandra terminó su mes de vacaciones; los niños alemanes cargaditos de lloros y mocos la esperaban en Berlín. Yo, por mi parte, rematé un viaje de casi ocho meses por Sudamérica, y de esta forma me quitaba una gran espina que tenía clavada desde hacía muchos años. Después de haber dormido en tantas (malas) camas, de haber comido todo lo que se me puso por delante y de haber visto más paisajes bonitos de los que mi memoria puede asimilar, me volví a mi Barcelona natal con la ingenua intención de encontrar trabajo. No me despido de todo de este continente, ya que aún me falta mucho por ver y países por pisar (como Venezuela, las Guayanas o Centroamérica), pero sí que digo un 'hasta pronto'. Me lo pasé chévere. Gracias por todo, América. Obrigado.
Lo mejor de Bogotá
Su oferta gastronómica y cultural
La Candelaria
El Museo del Oro
El Museo de Botero
El mercado de domingo de Usaquén
El mirador de Monserrate
Pasear por la Séptima Avenida los domingos, que está cerrada al tráfico
Por lo general, los bogotanos son amables, educados y serviciales
Lo peor de Bogotá
No todas las zonas de la ciudad son seguras, y en cuanto cae la noche muchas calles están desiertas
Todo es un poco más caro que en otras ciudades, excepto la comida, ya que se pueden encontrar menús buenos y baratos
Un tráfico horroroso casi todo el día
Precios de Bogotá (2.300 Cop = 1 euro)
Museo de Botero: gratis
Museo del Oro: 3.000 COP
Billete sencillo en buseta: 1.500 COP
Una bandeja paisa para comer: desde 8.000 COP
Arepa rellena: 3.500 COP
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Satisfecho me vuelvo de haber conocido en casi todos los países por los que he pasado gente tan simpática, acogedora y divertida. Pero antes de poner punto y final a este episodio, me gustaría agradecer personalmente a aquellos que me han ayudado y alegrado los últimos meses. Gracias a la generosidad de Balark, que me acogió mi primera madrugada en Manaus, cuando pisé por primera vez y algo aturdido un gran país como es Brasil. También gracias a Pau, que me hizo enamorar de Rio de Janeiro y me permitió conocer gente fantástica en la ciudad más bonita del mundo. Me lo pasé genial con Guillem (el mejor comañero de viaje que pude tener, además de un gran amigo) y Joel en Campo Grande, y también con Amaya y Diego, la encantadora pareja de cangrejos con quien descubrí parte de Brasil. En la cara y gigante São Paulo, Óscar nos acogió como hijos a Guillem y a mi, y en Floranopolis, Tiago me abrió las puertas de la casa que compartía con sus compañeros de universidad. Con Mauro tuve en Montevideo conversaciones muy amenas y saboreé una gran parrillada, y Claudia me hospedó bastantes días mientras conocía la capital uruguaya. Y aunque solo fuera una tarde, me encantó conocer Jordi, un catalán muy simpático que iba de camino de Santiago de Chile. En Buenos Aires, Lurdes me prestó su casa, y compartí algunos buenos momentos con Chicho, un hermano más que amigo. En Puerto Madryn congenié con Oliver, un francés muy abierto de mente y apasionado del deporte. Por la Patagonía, algunos camioneros me pararon mientras hacía autoestop y me hicieron el viaje a Ushuaia mucho más corto (y barato). En el fin del mundo conocí a Diego, un gallego afincado en Barcelona, y a Fernando, un brasileño que nos llevó gratis en su pick up hasta el Chaltén. Y en el mismo Chaltén coincidí con Víctor e Irma, una pareja catalana de lo más sana. En Santiago de Chile, Gerard y Adriana me hicieron sentir como en casa y fueron los únicos que me regalaron algo en mi atípico 29 cumpleaños :P Y en Mendoza, Agus me alojó en su casa y me recomendó las mejores bodegas de la zona. En Salta me lo pasé genial con Víctor y Carlos, un par de madrileños muy buena honda, y en Santiago de Atacama conocí a mis grandes compañeros de viaje, Joan y Esther, con quienes recorrí durante más de un mes Bolivia y a quienes volví a encontrar en Perú y Colombia. En Lima conocí como vive una familia corriente gracias a la generosidad de Patricia, y con Salord i Llabina, grandes amigos míos de Barcelona, degusté los pisco sour del Sheraton y caté la noche limeña. Y ya en Bogotá, Sandra y yo le ocupamos el comedor al revolucionario y encantador Albert. También quiero dar las gracias a mamá y Josep, que me visitaron en Buenos Aires y en Perú y con quienes vi lugares que no hubiera podido visitar con mi escaso presupuesto. Y finalmente, muchas gracias Sandra por ser tan paciente conmigo y por venir a Colombia, un país que no estaba en su ránking de destinos turísticos. Espero que sepa que he disfrutado mucho en todos los viajes que hemos hecho juntos. Y los que quedan por venir, aún más. Ich liebe Dich.
También agradecido a los lectores, que pacientemente han esperado (a veces demasiadas semanas) a que posteara en este blog. Aprovecho para pedir perdón por haber perdido fuelle a medida que pasaban los meses. Y finalmente, gracias también a aquellos que por casualidad han caído en este espacio cibernético y han leído algún capítulo de mi modesta aventura. A partir de hoy mismo, ya en Barcelona, dejaré de escribir sobre lo que me pasa en este fascinante continente y volveré a escribir sobre lo que me ronde por la cabeza, ya en el viejo, aburrido y decadente continente en el que se ha convertido Europa.
Nos vemos por aquí.
Daniel
2 comentarios:
Guau! Con las ganas que tenía de leer "Colombia" y yo sin enterarme de que habías actualizado! Me hace mucha gracia tu memoria selectiva ;) Seis cabras en el jeep? La "isla" de la Miel? Lo mejor de Bogotá... el museo del Oro? Jeje.
Qué bien escribes, jodío. Crees que algún cazatalentos cazaperiodistas leerá tu blog? :P
Ich liebe dich auch.
Que lindo poder hacer un viaje para la zona Colombiana mencionada. Ojala que pueda ir próximamente. Por el momento tengo reservado, ya un Alquiler en Mendoza para mis próximas vacaciones
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