29 mayo 2012

Tayrona y la Guajira, los últimos coletazos del viaje

Tal y como llegamos a la terminal de bus de Santa Marta, una de las ciudades más pobladas del norte de Colombia, cogimos una buseta para llegar a hasta la vecina Taganga, una población mucho más pequeña y tranquila a escasa media hora. Elegimos Taganga ya que habíamos leído que era uno de los sitios donde cuesta menos sacarse el certificado de submarinismo PADI Openwaters, y porque además está a las puertas del precioso Parque Nacional Natural de Tayrona. Nos alojamos en una casa particular de un hombre muy particular: el Pibe. El Pibe, que recibe este apodo por haber sido vecino del mítico jugador colombiano el Pibe Valderrama y por llevar su mismo peinado hasta hace unos años (según nos contó él mismo), ofrece tres habitaciones en una humilde pero limpia casa en el centro de Taganga. Allí nos quedamos cuatro días y tres noches. Por la mañana acudíamos a la escuela de submarinismo Vida Marina, donde nos enseñaban teoría y desde donde partíamos para hacer dos inmersiones diarias en el mar. Tuvimos como profesores a Fabio y Santiago, dos colombianos muy majos y competentes que nos hicieron aprendrer en pocos días lo imprescindible para poder bucear con equipo de manera autónoma. Bajo del agua vimos peces de mil colores, corales de mil formas y hasta pudimos hacernos una foto con un simpático pez globo. Y en la escuela, donde hacíamos los test y visionábamos los vídeos, reímos con la manera que los gringos te explican la teoría del submarinismo. A parte de sacarnos el PADI, en Taganga no hicimos gran cosa, y tampoco creo que sea un lugar que ofrezca grandes atractivos. Algún día nos acercamos a Santa Marta para comprar comida y cocinarla en casa, pero se nos pasaron volando los días entre inmersiones, lecturas y siestas. Con el certificado de submarinista bajo el brazo, nos desplazamos hasta el Parque Nacional Natural de Tayrona, a una hora en bus.

En este gigante y selvático enclave estuvimos tres días. Paseamos por casi todas sus playas paradisíacas y nos bañamos en las que estaba permitido, pues en muchas hay peligro de ahogarse debido a las fuertes corrientes. Nos alimentamos fatal, ya que en todo el parque no hay un solo supermercado y los menús de los hostales o restaurantes son carísimos (conviene traer de fuera toda la comida), pero los atardeceres o conversaciones en la tienda de campaña antes de ir a dormir, a eso de las ocho de la tarde, compensaron la falta de alimento. Me arrepiento de no haber hecho ninguna excursión por los senderos que traviesan las montañas, ya que me habían dicho que es muy fácil ver arañas y serpientes grandes y cruzarte con muchos animales. Pero el cansancio a estas alturas del viaje unido a la poca valentía de Sandra decantaron la balanza a las blancas arenas de la playa. Tayrona es, sin duda, uno de los mejores destinos colombianos donde pasar unos días y visita obligada si se viene a este país.


La Guajira, el lejano Oeste colombiano

La última parada de este viaje sudamericano fue la península de la Guajira, la parte más septentrional del cono Sur. La Guajira es un extenso territorio muy árido que hace frontera con Venezuela y en el que habita la tribu de los wayuu, una comunidad milenaria un tanto peculiar que aún administra su propia justicia. En este remoto enclave volvimos a sentirnos en otro mundo durante unos días antes de volver a la cosmopolita Bogotá y regresar a casa. Para llegar al Cabo de Vela desde el Parque Tayrona tuvimos que sudar tinta. Primero cogimos un autobús hasta cerca de la frontera con Venezuela, y allí subimos a un coche particular que hacía de taxi. Llegamos a Uribia, el último pueblo 'civilizado' de la península, y después de comprar víveres nos subimos a un jeep que nos llevaría en algo más de dos horas al Cabo de la Vela. El trayecto, aunque pesado por el estado de la carretera (todas sin asfaltar) y por ir apretujados en los asientos, fue precioso. Éramos los únicos turistas del vehículo (¡en el que viajábamos 17 personas!), y pudimos conversar con algunos militares y vecinos que volvían a sus casas después de hacer algunas compras y gestiones en Uribia.

Tal y como llegamos, dejamos las cosas en la habitación y nos metimos en las mansas aguas que ofrece aquí el Atlántico y contemplamos la puesta de sol. Al día siguiente fuimos andando por la árida estepa a dos playas diferentes que están abarrotadas en temporada alta pero que se encontraban vacías para nosotros. El paisaje terroso y un sol implacable me recordaron a las sabanas africanas que tantas veces he visto por televisión, y las única vida que vimos por el camino fueron unas pocas cabras que comían de arbustos secos y algún pastor wayúu ataviado con su vestido tradicional yendo en bici de un recóndito lugar a otro. Disfrutamos de las playas solitarias y de una agua azul intenso; nos tostamos al sol y leímos a ratos. Y tras dos días de relax en este particular paraje emprendimos de nuevo el viaje a la ‘civilización’, con el mismo jeep que nos trajo, abarrotado de personas y esta vez también con seis cabras atadas listas para vender. Nos pasamos un día entero viajando y cambiando de autobuses hasta que llegamos a Santa Marta, donde después de regatear un poco encontramos un billete de bus hasta Bogotá, nuestra última parada.


Lo mejor de Tayrona y la Guajira

Sus playas y naturaleza indómita
En temporada baja es muy fácil sentirse solo ante la inmensidad, sobre todo en la Guajira
El contraste cultural con los wayúus
Tayrona está muy cerca de Santa Marta y por lo tanto es fácil llegar al parque


Le peor de Tayrona y la Guajira

En ambos sitios conviene llevar comida y mucha agua, lo que hace aumentar el peso de la mochila
El precio de todas las cosas (menús, desplazamientos etc) en ambos lugares es más alto que en zonas urbanas
No es fácil entablar una conversación con los wayúu


Precios de Tayrona y la Guajira (2.300 Cop = 1 euro)

Curso de PADI en Agua Marina: 500.000 COP con libro incluido
Bus de Santa Marta a Taganga: 1.200 COP
Comida de menú en Taganga: 8.000 COP
Una noche en pensión del Pibe: 10.000 COP
Bus de Santa Marta a Tayrona: 5.000 COP
Entrada al Parque Nacional Natural de Tayrona: 35.000 COP
Tayrona-Uribia (pasando por Riohacha y Entrevías): 20.000 COP
Jeep de Uribia a Cabo de la Vela: 12.000 COP
Una habitación doble en hostal la Tortuga para dos persona (Cabo de la Vela). 25.000 COP
Una Coca-Cola de 50 cl en la playa: 3.000 COP
Cena en Restaurante Doña Flor: 5.000 COP
Santa Marta-Bogotá: 70.000 COP (18h)


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